A FAVOR DE LAS QUIMBAMBAS

Es conocido que el filósofo Immanuel Kant nunca viajó a más de 15 kilómetros de su pueblo, pero eso no le impidió modelar el mundo moderno o incluso que, siglos después, estamos comentando su figura aquí en la SER. Valga el ejemplo para decir que uno puede ser un gran sabio sin salir de casa, quizá porque con los viajes ocurre lo que otro alemán decía que ocurre con los libros: que un mono no puede mirar su reflejo en ellos y esperar ver a un apóstol.

No faltan hoy, desde luego, pasiones para deplorar el turismo: la contaminación. El exceso consumista. Los borrachos esos del balconing. El trozo de alma que a veces parece quitarle a las ciudades. Por no hablar, claro, de ver la Gioconda a 15 chinos de distancia o de la decepción de ese paisaje de ensueño reconvertido en disparadero para selfies.

Por supuesto, nos las arreglamos para pensar que los turistas son siempre los demás y nosotros unos viajeros —qué viajeros: ¡exploradores!— del espíritu. Pero déjenme que les diga. No pasa nada por turistear un poco. Ni por aprovechar el "todo incluido" para pedirse otro mojito. No nos carguemos de mala conciencia.

En casa se puede estar de maravilla, pero anda que no es otra maravilla orearse por el mundo. Y anda que no nos faltan razones para desearlo. Tenemos tres elecciones, tres, en 90 días, por delante. Ya me dirán si no les pide el cuerpo desplazarse, por el mayor tiempo posible, a las Quimbambas. Feliz viernes.

Seguir leyendo

2024-03-29T06:53:40Z dg43tfdfdgfd