LA CHAMPIONS NO PERDONA NI AL GIRONA

La Champions no perdona los errores, y menos si son del portero, ni tiene piedad con los equipos simpáticos, ni siquiera con el Girona. A los muchachos de Míchel se les escurrió entre las manos, justo cuando el partido alcanzaba el minuto 90, un empate que se habían ganado heróicamente en el afamado Parque de los Príncipes. Gazzaniga, el héroe de la jornada, se convirtió cruelmente en villano cuando se tragó un centro aparentemente sencillo desde la izquierda de Bruno Mendes. La jugada emborronó una meritoria actuación coral de los blanquirrojos ante un adversario mejor como el PSG.

La liturgia de la Champions sonó a música celestial para el Girona hasta que se venció Gazzaniga. La parafernalia que rodea al torneo resulta embriagadora para los equipos debutantes porque sopone la llegada a la tierra prometida del fútbol, un territorio de ricos y campeones, y también de eternos aspirantes como el PSG. Nadie mejor que Stuani para personificar el momento cumbre del Girona. A sus 37 años, el uruguayo es el hilo conductor del equipo, el jugador que se ha batido en los campos más difíciles de España hasta alcanzar París. Nunca dejó de marcar goles como titular ni desde que es suplente habitual, ídolo de Montilivi. Míchel fue sensible a la trayectoria blanquirroja del charrúa, al sentido de pertenencia, y le concedió la capitanía en el estreno ante el PSG. El gesto del entrenador, siempre cuidadoso con los detalles, coronó a Stuani y certificó el éxito del Girona. Jugó el uruguayo de salida y también el central Krejci así como Van de Beek. La alineación no era un asunto menor después de la tunda del domingo ante el Barça. Y la mano de Míchel se notó para bien, como ya es costumbre, porque durante un buen rato el Girona consiguió que no pasara gran cosa en el estadio de París.

El PSG se apagó tras un cuarto de hora de mucha intensidad y alguna llegada que no encontró la portería de Gazzaniga. El campeón francés ya no es el equipo de Mbappé. El delantero fichado por el Madrid era el problema y la solución del campeón de Francia. El culto al futbolista no sirvió para ganar una Champions que también se escapó con un jugador que hoy parece un exfutbolista como Neymar. El fracaso de las individualidades favorece ahora el liderazgo de un entrenador muy competitivo y que apuesta por el juego colectivo como es Luis Enrique. El equipo, sin embargo, está en construcción en un momento en el que precisamente no se puede permitir concesiones después de los rivales que le han tocado en suerte en Europa. La apuesta por Asensio no salió bien porque el delantero se lesionó y tuvo que ser sustituido por Kolo Muani.

Los franceses no encontraban la manera de tirar líneas de pase ni de alcanzar posiciones de remate por la buena organización defensiva del Girona. Tampoco tenían campo para correr ante un adversario que agradeció el regreso de Oriol Romeu. El medio centro fue un buen sostén para un equipo que por el contrario estaba muy alejado de la portería del PSG. No conectaban Van de Beek y Stuani ni entraba en juego Bryan Gil. Los blanquirrojos prefirieron blindar su cancha, concentrados en no cometer errores, muy exigidos físicamente por la posesión de balón del plantel de Luis Enrique. El conformismo duró hasta el descanso porque el Girona se soltó en la reanudación y propuso un intercambio de golpes que puso los pelos de punta a Míchel. La ambición se imponía a la prudencia para dar fe de la personalidad del equipo, siempre valiente en la Liga y ahora en la Champions, también ante el PSG.

A los muchachos de Luis Enrique les convenía que el partido se rompiera, muy especialmente a Dembélé, un velocista ambidiestro que ha ganado más presencia sin Mbappé. El delantero provocó una intervención de mucho mérito de Gazzaniga después de que Krejci le alcanzara y le rebanara la pelota en una carrera de velocistas que asombró al público del Parque de los Príncipes. También Stuani intimidó a Safonov en una de las pocas oportunidades del cuadro de Míchel. Los blanquirrojos se aplicaron defensivamente después de demostrar que no les intimidaba el rival ni impresionaba la cancha para orgullo de los casi mil aficionados desplazados desde Girona.

Validado el estreno, superado el vértigo, se trataba ahora de negociar un buen resultado, una empresa que requería del acierto de Gazzaniga y de la falta de puntería de delanteros como Kolo Muani. El portero estuvo espléndido hasta una última jugada que ya no tuvo remedio y devolvió el partido al inicio, a la emoción, a la alegría por una noche histórica en 94 años de vida, cuando nadie reparaba el marcador en Girona.

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